Desde el lanzamiento de ChatGPT a finales de noviembre de 2022 por parte de la empresa OpenAI, la inteligencia artificial está en boca de todos. Numerosos avances significativos se están produciendo a velocidad de vértigo en el desarrollo de la IA, lo que da pie a debates en un gran abanico de sectores profesionales. Por supuesto, también en el ámbito de la traducción y la interpretación. En esta publicación, respondemos brevemente a las preguntas más comunes sobre la inteligencia artificial y la traducción e interpretación.
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¿La inteligencia artificial desplazará por completo a los traductores e intérpretes humanos?
Los profesionales de la traducción y la interpretación llevan años luchando contra la traducción automática (TA) y la posedición (corrección por un traductor humano de una TA). No obstante, la capacidad de la IA de procesar y producir el lenguaje humano ha mejorado sustancialmente desde entonces. Las máquinas cada vez traducen con más precisión y corrección gracias a la mejora de los programas de reconocimiento de voz, los sistemas neuronales de aprendizaje y el machine learning.
Bien utilizadas, la TA y otras aplicaciones de la IA pueden ser herramientas muy útiles, lo que ahorra tiempo y esfuerzo en el trabajo. Un buen ejemplo, en el caso de la interpretación, son las CAI Tools (Herramientas de Interpretación Asistida por Ordenador), todavía en desarrollo y que servirán de apoyo al intérprete en la preparación del encargo y en la cabina. Sin embargo, estas tecnologías están muy lejos de sustituir completamente el trabajo humano y en ocasiones se emplean como excusa para reducir las tarifas, lo que puede repercutir seriamente en la calidad del servicio y en las condiciones de trabajo de los profesionales.
¿Por qué la IA no puede (de momento) sustituir por completo a un traductor-intérprete?
Podemos especular sobre si la IA acabará siendo lo suficientemente humana como para procesar y producir el lenguaje de la misma forma que lo hacemos nosotros. Pero a día de hoy, esto no es posible.
Las máquinas y las redes neuronales han mejorado sustancialmente su capacidad de procesamiento gracias a su entrenamiento a base de cantidades ingentes de información y textos que hacen que ya sean capaces de deducir el significado en base al contexto en algunos casos. El límite de la IA es que esta no es capaz de identificar algo si no se le ha alimentado con ello anteriormente. Aquí es donde entra el traductor-intérprete humano: la deducción.
El humor, los inside jokes o bromas internas, la ironía, las metáforas, las asociaciones lógicas o las referencias culturales son mucho más abstractos y difíciles de interpretar por mucho que se alimente el corpus de textos de una inteligencia artficial. Una IA tratará de extraer la información de la base adquirida previamente, mientras que un traductor-intérprete humano se decantará por un equivalente o solución lingüística no únicamente en base a su pericia y experiencia empírica, sino también gracias a la empatía.
Definitivamente, una combinación de inteligencia artificial y traducción humana parece el equilibrio perfecto.
Μηδέν άγαν. (Nada en exceso)
Máxima en el templo a Apolo en Delfos.
¿Por qué no hay que olvidar las relaciones humanas en la traducción y la interpretación?
Vayamos al grano. Mientras que en la relación humana entre el cliente y el traductor existe confianza mutua, profesionalidad, el respeto de un código deontológico y la protección jurídica amparada por la Ley de Protección de Datos y el Reglamento Europeo de Protección de Datos, confiar documentos a la IA supone un verdadero harakiri en términos de privacidad.
Las autoridades siempre van por detrás de los avances sociales y la tecnología se desarrolla a mayor velocidad, por lo que la ley no puede adaptarse al instante a cambios cada vez más bruscos. Pese a que el debate esté en boca de todos, el uso de la IA supone una amenaza directa no únicamente para la privacidad, sino también para la protección de los derechos de autor. La mayoría de gobiernos están de acuerdo en que se trata de un asunto que es necesario regular, pero está por ver cuál será la postura de las empresas tecnológicas, para las que los datos son el oro del siglo XXI.
Los traductores manejamos información sensible y personal que tratamos siempre con confidencialidad en base a nuestro código deontológico, de la misma forma que un médico siempre persigue el bien del paciente.
En nuestro caso, tanto en servicios de traducción como de interpretación, nos regimos por una ética basada en los siguientes principios de confidencialidad:
- Se considerarán de facto confidenciales todos los documentos, salvo si se explicita que son de dominio público.
- La confidencialidad no prescribe.
- Se almacenarán los documentos en un sitio seguro.
- Se destruirán pasados los 15 días del final del proyecto.
¿Cuándo conviene usar la traducción automática?
Antes que nada, si no tenemos en cuenta la problemática de la privacidad, la TA puede ser útil sólamente en casos en los que simplemente se quiere comprender el texto original. No obstante, para la publicación de un texto, conviene utilizar al menos la posedición.
La posedición consiste en implementar las correcciones necesarias para asegurar la calidad del texto meta. Previamente debe implementarse un análisis de calidad para evaluar si la calidad del resultado de la traducción automática es suficiente como para recurrir a la posedición.
¿Y los sistemas de transcripción automática?
Muchas plataformas, como Google Meet, Zoom y Webex ya ofrecen transcripciones en tiempo real. La calidad dependerá de factores como el acento de los participantes de la reunión, los posibles ruidos de fondo y la calidad de los micrófonos. No obstante, los sistemas de transcripción automática continuarán mejorando e incluso serán un aliado más de los intérpretes simultáneos.
Inteligencia artificial y traducción humana ¿Buena combinación?
Es muy probable que la profesión se redifina y que la tecnología mejore la experiencia de usuario, agilice el trabajo y, en el caso de la interpretación, se reduzca la carga cognitiva del intérprete.