Traducir es una profesión exigente que requiere no solo de un buen conocimiento de idiomas. En este artículo le contamos diez cualidades de un buen traductor de inglés o de cualquier otra lengua.
Un buen traductor es mucho más que bilingüe
De hecho, un buen traductor de inglés ni siquiera tiene por qué ser bilingüe. El concepto de bilingüismo ya es de por sí problemático y supone una gran amalgama de cualidades y capacidades. Un buen traductor, además de poseer un conocimiento profundo de varios idiomas, debe tener una gran cultura general, conocimientos de pragmática y sociolingüística, habilidades informáticas…
Un buen traductor se adapta y aprende rápidamente
Pese a que la mayoría de traductores acaben especializándose en un nicho concreto a lo largo de su carrera, los traductores son profesionales versátiles con una gran capacidad de aprendizaje y adaptación y con interés por cualquier rama del conocimiento.
«Al igual que el buen nadador, el traductor debe estar preparado para nadar en todas las aguas.»
Marina Orellana Riquelme, traductora chilena
Un buen traductor de inglés conoce la realidad de los países anglófonos
Y un traductor de francés, del mundo francófono; uno de ruso de los países ex-soviéticos… El traductor ha vivido previamente en dichos países y sigue los acontecimientos de repercusión que tienen lugar.
Ha cursado estudios superiores
La experiencia es la madre de la ciencia, pero un buen traductor requiere de formación académica y conocimientos del mercado de la traducción, así como de los diferentes servicios: no todos los traductores son también intérpretes y viceversa. Recordemos que un traductor propiamente dicho se dedica a la traducción de textos escritos, mientras que el intérprete a la de textos orales.
Se apoya en las nuevas tecnologías
Para la traducción de textos técnicos es indispensable el uso de herramientas de traducción asistida por ordenador (CAT-Tools, por sus siglas en inglés). Dichos programas asisten al traductor para lograr un producto final coherente y con una terminología consistente y apropiada, agilizan la revisión y en definitiva, son una garantía de calidad.
Se documenta
Pese a tener una profunda cultura general, un traductor es consciente de lo poco que sabe y lo mucho que ignora, por lo que hace uso de herramientas de documentación. El buen traductor es capaz de gestionar la inmensa cantidad de información que ofrece internet y emplea glosarios terminológicos, corpus, diccionarios especializados. Sabe discernir entre fuentes fiables y dudosas y filtrar la información.
El buen traductor es un gran lector, especialmente en su lengua materna. Devora textos sobre cualquier disciplina y tiene una curiosidad innata.
Un buen traductor es todoterreno
Traducir implica mucho más que sentarse y traducir un texto de una lengua A a un idioma B. La mayoría de traductores son profesionales autónomos, por lo que deben tener unas capacidades excelentes de gestión del tiempo, don de gentes, competencia estratégica…
Un buen traductor es meticuloso
Los detalles marcan la diferencia. Un traductor presta especial atención al detalle y a los matices desde la primera a la última palabra y tiene un conocimiento lingüístico suficiente para que el mensaje pase de una realidad cultural a otra con la máxima precisión y naturalidad posibles.
El traductor es autocrítico
El traductor relee con ojo crítico sus propios textos. Deja reposar los textos traducidos y los revisa más tarde o colabora con otros traductores. Cuatro ojos ven más que dos.
Un buen traductor nunca deja de formarse
Lifelong learning lo llaman los tiempos modernos, lo que viene a ser reciclarse y continuar aprendiendo durante toda la carrera profesional. El buen traductor se forma durante toda su vida para suplir carencias o mejorar su bagaje profesional, especializarse o ampliar el portafolio de servicios.